sábado, 4 de junio de 2016

Por siempre Nini II

Por siempre Niní I

                                          

Marina Esther Traveso, quien fue conocida con el nombre de Niní Marshall, nació en el barrio de Caballito el 1 de junio de 1903. Era hija de padres asturianos. Desde pequeña tuvo vocación por la escena, la música y el humor.
Su padre fallece cuando ella apenas cuenta con dos meses de edad. La familia se muda al primer piso de una casona en la calle Defensa 219, edificio contiguo a la famosa droguería La Estrella, frente a la iglesia de San Francisco y ala de la sede actual del Museo de la Ciudad de Buenos Aires.
Como cuenta Patricia Narvaez (¡Niní está viva!, 2003), su primera representación ocurre a los cinco años: el presidente del Centro Asturiano, Pedro Murias, la invita en una ocasión a cantar y bailar, con castañuelas y pandero, en un escenario. El primer pacto con el público queda sellado en esta casi íntima reunión de paisanos.

Para escuchar:
"La madre", Niní Marshall como CATITA.
http://www.youtube.com/watch?v=q4UJQ8nD1rg

Para discutir:
El personaje inmigrante de Niní Marshall, Catalina Pizzafrola Langanuzzo, de carácter petulante a causa del deseoso afán tanto de mostrar quién es (alguien del “común” que busca diferenciarse) e imponerse (autoasignarse un valor), como de construir una imagen positiva ante los que la rodean con el fin de solventar su posición siempre inestable, es el emergente de una nueva forma cultural que despliega los mensajes de la tradición constituida en el discurso de la clase dominante, en un código atiborrado de lugares comunes. Su anhelo de trepar unos peldaños en la escala socio-económica y cultural aparece ridiculizada desde el punto de vista de su incompetencia lingüística, sus implosiones expresivas, su torpeza en la selección léxica de vocablos altisonantes no pertinentes al contexto, la cita equívoca o errónea y el alarde de conocimientos generales con entimemas falaces. A medida que tiene la posibilidad de crecer económicamente gracias a una situación fortuita (ganar la lotería), tiene lógicamente mayores aspiraciones; por caso, se presenta como una persona que se “cultiva” y que, por lo tanto, puede acceder a los bienes de la clase social más encumbrada. “Cultivarse” implica realizar viajes, visitar museos, participar de actos cívicos, desfilar por paseos públicos, asistir a espectáculos. También suele ocupar roles asociados al magisterio con la consecuente autoridad que su palabra implica: a veces, oficia como maestra en una improvisada situación escolar u ofrece discursos en alguna institución del barrio en el que vive, como la conferencia en ocasión del día de la Madre, en el “Centro Filogramático Poetas y prosaicos”.
La conferencia es un tipo del género apodíctico o demostrativouno de los tres presentes en la retórica aristotélica, que puede consistir en un elogio, “discurso que demuestra la grandeza de una virtud”, o en un denuesto (Aristóteles:2007). En el caso de Catita, se trata de un panegírico que sigue las reglas del género: en un estilo diferente del vulgar y de tono enfático, procede a la amplificación y el ornato para enaltecer la figura de la madre con los recursos consabidos. Se conservan las partes del discurso laudatorio: en el proemio, se capta la atención del público y se despierta su simpatía hacia el tema; a continuación, se vincula a la madre con una saga digna de mérito –en cierta forma, una genealogía-, se clasifican sus cualidades y se comparan sus acciones con las de otras madres notables; se cierra con un entimema y la dedicatoria. Como se observa a lo largo del texto, el rol de madre es mostrado como el superior y la superioridad indica la virtud, por lo tanto ese ser es digno de ser alabado. Entre los tópicos para alabar que Aristóteles menciona, figuran los que Catita aplica: la maternidad es una facultad honesta -merecedora de honor y honra-; se elige ser madre por el solo hecho de serlo y porque es bueno; no se realiza por propio interés y tampoco produce una ganancia material; una madre protege a sus hijos sin que nada le cause temor y la conduzca a negar el rol; a la madre le compete ser madre en exclusividad, ella es “única, primera, principal y permanente”en el rol; en consecuencia, las “buenas” madres se definen memorables. Por eso, Catita recuerda a las madres ejemplares que presenta la historia de la cultura, con las cuales compara a la propia para rendirle homenaje. Pero si Aristóteles señala que cuando se quiere alabar a alguien, hay que atender a lo que se afirmaría de él (y cuando se afirma algo, a lo que se alabaría), el discurso de Catita más que a un elogio se acerca al vituperio. En efecto, si el panegírico de Catita pone en escena distintas ideas comunes, aquellas a partir de las cuales se redactan las premisas para la argumentación, simultáneamente las discute y afirma una moral contraria a la hegemónica. 
                                          
Cabe detallar que -como bien señalan Perelman y Olbrechts-Tyteca (1994)- el género apodíctico guarda desde sus orígenes la característica de ser un discurso sobre temas no polémicos a los que nadie se opone y de los que no se saca consecuencia práctica inmediata. La argumentación que presenta acrecienta la intensidad de la adhesión a ciertos valores, que al resultar incuestionables y estar amplificados se convierten en verdades universales. Tal género oratorio lo practican preferentemente  –continúan los retóricos mencionados-  “aquellos que en una sociedad defienden los valores tradicionales, los valores admitidos, los que constituyen el objeto de la educación, y no los valores revolucionarios”. Catita aprovecha estas condiciones discursivas del género apodíctico no sólo para parodiarlas, sino para afirmar -contrariamente a lo esperado-  valores revolucionarios, aquellos que suscitan controversias. En este sentido, consideramos que la profusión de ideas comunes y estereotipos verbales que confieren rigidez a la estructura discursiva apodíctica pergeñan la para-doxa, el contradiscurso cultural y moral del catitismo.
        Como panegirista, Catita recupera del acervo común de sabiduría popular una serie de ideas comunes del discurso dominante: “la madre es el origen de nuestros días o causa de nuestra existencia”; “madre hay una sola”; “una madre hace todo por sus hijos”, “la madre es la que alimenta a los hijos”, “la madre es la que transmite la cultura”, “a la madre se le debe todo”, “más malo que pegarle a la madre”, “el que no quiere a la madre no quiere a nadie”; “la madre es una santa”, “los hijos son las joyas de la madre, es decir, los que la hacen lucir”, “la sencillez de una madre” (sólo adornada por su hijos), “hasta las bestias tienen instinto maternal”, todos construidos sobre la ideas generalizadas de la “madre como principio de la familia”, el “amor incondicional”, la “abnegación” y  el “sacrificio” que hace una madre por sus hijos. Pero simultáneamente, a través de diversas estrategias humorísticas, desarticula estas nociones para construir un modelo de madre alternativo que “educa a palos”, que es “anegada” (“ahogada”) y no “abnegada”, y que alude a “abnegada” por “tolerante”, pero en el sentido negativo de tolerar lo intolerable, es decir, dejarse maltratar y hasta ser asesinada por sus hijos; además, es ayudada por ellos como “baculos” en su vejez, término al que se le adjudica un valor negativo si se tiene en cuenta la expresión de Catita “con perdón de la palabra”, porque incluye una “mala” palabra. A la vez, la madre, que es reconocida gracias a lo que se observa en su cría –aunque “Cría cuervos y te sacarán los ojos”, si se piensa en los hijos que “patean” a sus madres; o “De tal palo tal astilla”, si en los hijos se reconoce la herencia-, supuestamente es la que cultiva a Catita, que es una persona no pulida por la educación formal; o la que tiene hijos con nombres ridiculizables (Timberio, Cayo), o que son célebres por estupideces (Solón), o que refieren a una condición degradada (Salamón). 
                  
                                  
        En medio del ambiguo homenaje, Catita distingue entre madres verdaderas y madres falsas, ratificando que “Madre no hay una sola”; que hay las madres falsas que abandonan a sus hijos (la de Rómulo y Remo), o se los comen (las cocodrilas) o los aplastan (las elefantas) o se desentienden de ellos (las que no son como las “canguras”). “La madre del borrego” no puede precisarse cuál es; en definitiva, el rol de madre fundamenta la organización de la familia y, por extensión, la de la sociedad; pero las madres –individuos con virtudes y vicios- no están precisamente idealizadas en el discurso de Catita; mucho menos la suya, Asunta Langanuzzo, inmigrante italiana ignorante y ruda.
         Es importante indicar que esta disolución de saberes y principios compartidos por la sociedad que opera su discurso se asocia a la hipérbole como figura retórica ornamental, que consolida la constitución de la caricatura y orienta hacia la risa como efecto en el receptor. De hecho, el texto en boca de Catita pone en funcionamiento varias estrategias humorísticas que contribuyen a desarticular esas ideas comunes en las que se sustenta la sociedad argentina en formación que ella misma integra y a la que remite:
1) Catita es una caricatura o imitación paródica de un tipo generalizado (la mujer descendiente de inmigrantes, de clase trabajadora y sin competencia cultural pero con aspiraciones). Sus rasgos caracterizadores son hiperbolizados: el hablar en voz alta para que todo el mundo escuche hasta el chillido, el grito, las exclamaciones recurrentes, la grosería auditiva; los errores gramaticales, que son de todo tipo (morfológicos, léxicos, sintácticos), se acumulan muchas veces en una sola frase. 
2) El personaje se asocia a elementos esquemáticos: el ritual del día de la madre y la rigidez del discurso alusivo. Por otra parte, Catita no ahorra esfuerzos y torpezas para sobrellevar la redacción del texto que la excede por su incompetencia. Se ridiculiza esta aspiración. 
3) Se presenta un contraste que genera hilaridad entre la sacralización del objeto de discurso (la madre) y el discurso desacralizante del objeto (discurso del día de la madre hecho por Catita). 
4) La comicidad se traduce en lenguaje de diversas maneras: 4.a. a través del juego de palabras y la repetición de una sonoridad  (“La madre es el ser que nos ha dado el ser, y cuida de nuestro ser como debe ser, a saber”); 4.b. a través de los contrastes de significado entre vocablos (la “elefanta” respecto del “pichoncito de gorrión” sobre el que se sienta para darle calor, pero lo aplasta); 4.c. con el uso errático de la fonética de los vocablos (madre ligítima: la de endevera; la madastra: la postiza; la madre putativa: la de emitación). Con la confusión del significado de palabras a partir de una similitud en la sonoridad (de pequenios; de adúlteros –por adultos; pedestre: de piedra). Con la confusión de vocablos (sexo por género: seso humano; seso animal) 4.d. Con el abuso de un fonema usado con la articulación española (la “elle”) (“le preguntó por sus jolias. Entonces elia, presentándoles a sus hijos, esclamó: -¿Queréis ver mis joliais? ¡Aquí las tenéis!”). En este ejemplo, además, hay cambio de registro, por hacerse referencia a una anécdota de origen culto: paso del uso de “ustedes” a “vosotros”. 4.e. Con la construcción de falsos silogismos (el que mata a la madre es matricida o asesino; la orfandad implica haberse quedado sin el padre o la madre, pero no por voluntad propia). 4.f. Con interpretaciones equívocas de un término (Agripina “se dejó asesinar por su hijo pero no por abnegada sino “en un descuido”). 4.g. Con la apelación al absurdo (“¡lo que me representa medio cadáver de hijo, viviendo a mi lado toda la vida!”). 4.h. Con la apelación a la ironía (“A mi madre le debo la coltura que tengo”. En este caso, se exalta el valor de la cultura en la boca del ignorante; por lo que la ignorancia es decodificada por el receptor de la ironía como un disvalor y consecuentemente sancionada con la risa).

        
Por otra parte, las ideas comunes y estereotipos verbales son objeto de una manipulación que desarticula las creencias de las que son manifiesta prueba. Pueden observarse distintos mecanismos: 
1.  La conversión en paradoja una idea común (Una madre tiene derecho a todo y sabe hacerlo todo en relación con sus hijos. “Si la madre no nos pega ¿quién nos va a pegar?”). 
2. La parodia de una máxima (“Manzana in corpore sano”). 
3. El hecho de verter un significado absurdo en el molde de una frase consagrada (“Madre, hay una sola”).
4. La combinación de frases estereotipadas, acentuando de esta manera el automatismo de su uso y su aceptación general sin discusión (“que se comen a los hijos” remite al Viejo Vizcacha de Martín Fierro: ‘El cerdo vive tan gordo y se come hasta a los hijos’, “que con su pan se lo coman”). 
5. La confluencia en una expresión de significados contradictorios (idea común: “una madre hace todo por sus hijos”; Catita: “No reparó en largarme desde soplamocos hasta chancletazos”).
        Como se observa,  en el discurso de Catita se construye una doble parodia: por un lado, la parodia del panegírico, como texto demostrativo profuso en ideas comunes con validez retórica, y por lo tanto instaurador de un verosímil distante de la verdad o de su búsqueda, propio del código de la cultura “alta”. Por otro, la parodia del discurso vulgar de las “catitas”, que –más allá de lograr un efecto humorístico a través de la caricatura y la hipérbole en su función ornamental- es satirizado, es decir, observado con un fin correctivo. En resumen, el libreto pone al mismo tiempo en discusión los valores de la cultura y moral socialmente constituidas y que se expresa a través de la boca de Catita y los valores de la catita como grupo social emergente. Queda expuesta, entonces, la estrategia desacralizante que estos libretos humorísticos operan respecto del discurso hegemónico, consistente en la presentación de los estereotipos verbales no como forma de adhesión a la opinión de la mayoría expresada en la doxa oficial, sino como segmentos polifónicos que instauran puntos de vista discordantes respecto de ella y contienen la crítica al nuevo actor social sorprendido en su aspiración de ascenso en el grupo de arribo.

Silvina Marsimian
Lengua, radio, humor y censura: El caso Niní Marshall
Buenos Aires, Biblos, 2016

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