viernes, 14 de febrero de 2020

Zenda Poemas de amor. Concurso febrero 2020



a propósito de un poema de KEVIN PRUFER 

Por: Silvina Marsimian


Enamorarse es como disparar a ciegas por una ruta
en la que no entra un solo vestigio de luz artificial
                                                               por el agujero de la noche,
justo donde los ojos se pierden en bocanadas de nubes negras
antes de la tormenta que grita y se puede oler.


También enamorarse es
como echar pastillas de menta en un vaso de alcohol turbio
                                     y ver
cómo se forman globitos verdes que las mantienen flotando
hasta que no dan más y se desarman en puntos azulados.


Entonces no importa si es otoño en el cuerpo,
o si las manos se te enfrían porque saben que es otoño
o si se te pone ocre la piel, además,
y medio dura,
porque es así: alguna vez llegan la estación de la escarcha
y los copos de nieve grises y los otros, los de olor fétido,
                                       los que a nadie le gustan,
y algo por dentro se escurre y hace charquitos.


Pueden hacer la guerra y vencernos si quieren;
mientras tanto, miraremos caer esos copos de las nubes
                                                  que están
un poco más arriba
más arriba
de nuestras cabezas
(este poema habría que leerlo al revés).


Amor es cerrar el garaje, encender el motor del auto
y meternos en el ruido como muñecos de tiritas de papel.


Cuando uno se cae de una ventana
y se hace pedacitos, bueno, eso es parecido a enamorarse,
aunque después busquemos
esos pedacitos
para unirlos con plasticola.


Enamorarse de una vez por todas es comprarse una soga
                                                                 larga
para atrapar a otro y, al mismo tiempo,
dejar la soga
                                                                       larga
que se estire
                                                                                larga
bastante lejos de nosotros
y dejar al otro del otro lado de la soga.



                                                                                          La soga enamorada.
           La plasticola pegajosa.
                                                                                           Las pastillas solubles.
                                                                                           La noche agujereada.


martes, 21 de junio de 2016

Vuelo de palabras

                                        

Un hombre (o una mujer)
va en camino hacia un mundo de palabras
que giran,
dan vueltas,
regresan,
se empujan,
  se adelantan.
Van
     vuelven 
     vienen
      vuelan
         vagan  
        vvv
             vv
                 v  

miércoles, 8 de junio de 2016

Literatura e interpretación


Texto publicado en la revista Ensayos literarios iberoamericanos, Año 1, N°1, septiembre de 2015.

 Por SILVINA  B.  MARSIMIAN


                                 


                                JORGE LUIS BORGES.  DEL AUTOR AL LECTOR

                           Un caso de lectura palimpsestuosa

Borges, ¿usted copió mucho?
Yo diría que plagié mucho más bien. Yo creo que la copia es un placer y es un deber también. Creo que uno debe expresar imitando de igual modo que un niño habla repitiendo lo que oye (...) Todo escritor empieza tratando de ser otro. Conviene empezar imitando ... El idioma mismo es una tradición (...) Los idiomas no son sinónimos ; cada idioma es un modo de sentir el mundo. Y por qué no heredar esas diversas tradiciones, (por qué no) sentir el mundo de muchos modos (...)

Fragmento de una entrevista. En Proa, Buenos Aires, Julio / Agosto 1999, nº 42.

                  Una ley social entiende que copiar obras ajenas puede constituir un acto pasible de sanción. Otra ley en otro terreno, el de la teoría literaria, entiende que la presencia de un texto en otro no siempre es plagio, sino un caso enriquecedor de relación intertextual. Tal integración de textualidades hizo hablar a Borges ( y a Gerard Genette al leer a Borges) sobre la noción de palimpsesto. En efecto, la literatura podría equipararse a ese pergamino en que un texto se superpone a otro, sin ocultarlo del todo sino dejándolo ver por transparencia:

El arte de “hacer lo nuevo con lo viejo” tiene la ventaja de producir objetos más complejos y más sabrosos que los productos “hechos ex profeso” : una función nueva se superpone y se encabalga a una estructura antigua, y la disonancia entre estos dos elementos copresentes da su sabor al conjunto

dice Genette[1]. Esta definición de “literatura en segundo grado”  pone en juego, en forma de estructura recursiva, otras voces anteriores a la del crítico francés histórica y conceptualmente. La teoría bajtiniana sobre el dialogismo del enunciado individual, de la condición polifónica de todo discurso, actúa evidentemente como sustrato. [2]
            De Borges, autor de “Pierre Menard, autor del Quijote”, no se sabe si conoció a Bajtín o a Genette ; sí se le escuchó decir que no le interesaban los teóricos ni los críticos. Creyó, quizá con prudencia, que leer es suficiente. En pleno desafío con respecto a la postura de este autor, intentaremos, en este trabajo, recabar principios teóricos sobre el discurso literario y sus posibilidades de interpretación, en la misma práctica de su escritura.
            El cuento de Borges antes citado sirva de primer ejemplo. Pierre Menard, novelista, ha dejado dos tipos de obra. La lista de su obra “visible” apunta trabajos relacionados con la traducción, la paráfrasis, la variación y el pastiche. La obra “invisible” (inconclusa), que consta de los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte de Don Quijote y de un fragmento del capítulo veintidós, es un plagio. Plagio como lo entienden Borges, en el fragmento que funciona como epígrafe de este apartado,  y el narrador en el cuento:

no quería copiar sino producir una página que coincidiera -palabra por palabra y línea por línea- con la de Miguel de Cervantes.

He reflexionado que es lícito ver en el Quijote “final” una especie de palimpsesto, en el que deben traslucirse los rastros -tenues pero no indescifrables- de la “previa” escritura de nuestro amigo. [3]

            A pesar de que los textos de Cevantes y Menard son “verbalmente idénticos” se insiste en que son diferentes porque pertenecen a dos autores. Esta idea conlleva algunas consecuencias. La primera es que la enunciación modifica el enunciado. La segunda, que el significado de un texto está relacionado, en principio, con la enunciación. Expliquemos un poco más estas primeras conclusiones.
            Un fragmento de Platón, por ejemplo, tiene un significado diferente del de otro de Aristóteles aunque las palabras sean casi iguales. La idea de que los enunciados se integran en contextos más amplios y deben ser entendidos según esos contextos está presente en la obra de Borges y también en el pensamiento de Friedrich Schleiermacher, uno de los autores a quien recurriremos para abordar una teoría de la interpretación. Las “sutilezas” de Menard, quien

opone a las ficciones caballerescas la pobre realidad provinciana de su país (...)

o el segmento en que el narrador comenta las diferencias entre el capítulo cervantino sobre el discurso de las armas y las letras, el fallo de Cervantes a favor de las armas, y la recriminación

¡Pero que el don Quijote de Pierre Menard- hombre contemporáneo de La thranison des clercs y de Bertrand Russell- reincida en esas nebulosas sofisterías !

conducen a pensar que el significado no es una propiedad del texto sino que surge de la escritura en contexto. El texto literal insertado en el presente de otra escritura se transforma en una obra nueva porque cobra un nuevo significado en la actualización.
            Por otra parte, si el significado se asocia, en una primera instancia, a la escritura, no hay original y copia. Todos los textos son originales (o todos son versiones). Sobre esto volveremos más adelante.
            Retomemos ahora otra idea propuesta por el cuento de Borges para expandirla. El narrador señala que Menard

no encaró nunca  una transcripción mecánica del original ; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran- palabra por palabra y línea por línea - con la Miguel de Cervantes.

 El propósito, como dice el protagonista, es tan “asombroso” como imposible lograr una “total identificación con un autor determinado”. Por eso, a pesar de haber intentado Menard la reconstrucción de Cervantes para “ser Miguel de Cervantes”, decide finalmente ser Pierre Menard y “llegar al Quijote a través de las experiencias de Pierre Menard”.
La busca de Averroeses otro cuento en el que se presenta un motivo semejante. El filósofo árabe, al realizar el comentario de la Poética de Aristóteles, se encuentra frente a la imposibilidad de traducir los términos “tragedia” y “comedia” por no formar parte del sistema cultural que los produjo. Leemos:

Pocas cosas bellas y más patéticas registrará la historia que esa consagración de un médico árabe a los pensamientos de un hombre de quien lo separaban catorce siglos; a las dificultades intrínsecas debemos añadir que Averroes, ignorante del siríaco y del griego, trabajaba sobre la traducción de una traducción.[4]

Y se señala, además, que Averroes

encerrado en el ámbito del Islam nunca pudo saber el significado de las voces tragedia y comedia.

            Este cuento de Borges da cuenta de que el texto escrito pierde algo de su significatividad cuando se lo arranca de su contexto originario y ese contexto no se conserva históricamente. En este sentido, podríamos citar la postura de Schleiermacher, para quien el texto literario (como una de las especies del texto escrito) tiene su verdadero significado allí donde tuvo su origen. La tarea del hermeneuta consiste, para él, en reconstruir ese originario, recuperar el punto de conexión con el espíritu del artista a través del saber histórico. Wilhelm Dilthey, en la misma línea, propone ir al momento originario de producción ; comprender , para este otro pensador, es “ponerse en el lugar del otro” que produjo en el pasado y esto es posible realizarlo a través de una investigación histórica - cultural.
            Paul Ricoeur cuestiona la concepción psicologizante de la hermenéutica de Schleiermacher y Dilthey, en la medida en que estos entendían la comprensión como el reconocimiento de la intención de un autor desde el punto de vista de los destinatarios primarios en la situación original del discurso. Interpretar, para ellos, se resumía en el lema “Comprender al autor mejor de lo que este se comprendía a sí mismo”. Borges, que muestra en su cuento cómo fracasa Pierre Menard al querer ponerse en el lugar de Cervantes y cómo es imposible poder superar la distancia y reconstruir la pérdida, parece ubicarse más cerca de la postura del filósofo francés.
            Por otra parte, señala Ricoeur que la escritura plantea un problema específico desde el momento en que no se constituye, ni siquiera la mayoría de las veces, como fijación de un discurso oral previo. [5] En el caso concreto de la literatura escrita, no existe la etapa intermedia del lenguaje hablado: la escritura toma el lugar del habla, el autor el del hablante. En el discurso oral, la intención subjetiva del hablante (que está presente) y el sentido del discurso (que remite de vuelta al sujeto hablante), dice Ricoeur, son correlativos. Es lo mismo comprender lo que el hablante quiere decir y lo que su discurso significa. En el discurso escrito, en cambio, la intención del autor y el sentido del texto no coinciden necesariamente. Frecuentemente, además, esta intención es desconocida para los lectores, a veces hasta inútil o perjudicial en lo que atañe a la interpretación del sentido verbal de la obra, y hasta en los mejores casos, no puede ser abordada sino a la luz del texto mismo. Esta comprobación lleva a Ricoeur a considerar el texto como una entidad autónoma desde el punto de vista semántico ya que escapa al horizonte finito de significados adjudicados por su autor.
            En relación con lo anteriormente dicho, en la conferencia titulada “El libro”, señala Borges que

A Bernard Shaw le preguntaron una vez si creía que el Espíritu Santo había escrito la Biblia y contestó que todo libro que vale la pena ser releído ha sido escrito por el Espíritu. Es decir, un libro tiene que ir más allá de la intención del autor. La intención del autor es una pobre cosa humana, falible, pero en el libro tiene que haber más. [6]

La interpretación comienza precisamente en el punto en que un grupo de significados se divorcia de la “psicología” del autor. Esta despsicologización no implica, según Ricoeur, que la noción de sentido del autor pierda toda su importancia. Si bien la intención del autor no es criterio absoluto para cualquier interpretación válida del texto, tampoco el texto es una entidad hipostática sin autor. El autor tiene sus derechos. El texto, los suyos. Más adelante veremos cuáles son los derechos del lector.
            Volvamos ahora a la figura del autor según “Pierre Menard, autor del Quijote”. En este cuento se dice que se ha tratado de “repetir en un idioma ajeno un libro preexistente”. Esta situación ficcional tiene como referente real la situación del propio Borges que en distintos y múltiples lugares asevera cosas como esta:

Todo lo que yo he hecho está en Poe, Stevenson, Wells, Chesterton y algún otro. [7]

            Cuando el narrador de “Pierre Menard, autor del Quijote” dice en la nota al pie

Recuerdo sus cuadernos cuadriculados, sus negras tachaduras, sus pecualiares símbolos tipográficos y su letra de insecto.

remite el texto a los manuscritos que todos conocemos de Borges, e instala el tema ineludible : la identidad autoral y sus fantasmas.


                      Dónde hay un autor


Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos, libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos .

Fragmento de un soneto de Francisco de Quevedo, A don José de Salas


            Los versos que anteceden permiten identificar la situación autoral de Quevedo y Borges y conducir a este último a asertar en un ensayo que le dedica:

Las mejores piezas de Quevedo existen más allá de la emoción que las engendró y de las comunes ideas que las informan. (...) Son (para de alguna manera decirlo) objetos verbales, puros e independientes como una espada o como un anillo de plata. (...) Como Joyce, como Goethe, como Shakespeare, como Dante, como ningún otro escritor, Francisco de Quevedo es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura.[8]

            Para Borges, un autor crea a sus precursores y todos se encuentran en la superficie textual. Leemos también en “El primer Wells”:

La obra que perdura es siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad ; es todo para todos, como el Apóstol, es un espejo que declara los rasgos del lector y es también una mapa del mundo. (...) Como Quevedo, como Voltaire, como Goethe, como algún otro más, Wells es menos un literato que una literatura. [9]

            Borges no sólo discute la validez de la intención del autor respecto de su obra sino que amenaza, a través de sus ficciones, con disolver la noción misma de autor. Un texto parece tener que ser entendido, según él, como una realidad propia e inmanente en el momento de la lectura. La literatura, no mímesis de la realidad (como diría Aristóteles) sino mímesis de la literatura, se construye como un mosaico en el que coexisten fragmentos de otras literaturas más o menos conocidas, desconocidas y hasta inventadas. El discurso de Borges se vuelve, así, altamente citante pero los textos citados no son reinterpretados ni reconstruidos de acuerdo con la situación original de producción, sino empleados en un nuevo sintagma que la crítica valora más como significante que en cuanto a su significación o “mensaje”.
            En este sentido, es oportuno citar la caracterización del procedimiento narrativo en Borges que realiza Alfonso de Toro. [10] Este crítico trabaja con la imagen que sugiere el rizoma: esa red de nudos de donde salen raíces que se conectan con otros nudos. Con esta metáfora biológica alude a un tipo de organización textual donde un elemento se encuentra conectado con otro de muy diversa estructura, produciéndose una “proliferación ajerárquica, desunida, abierta y siempre en desarrollo”. Estas cadenas de distintas codificaciones permiten pensar a Toro que lo fundamental, en un texto de Borges, no es la relación que se puede establecer entre significante y significado sino la relación a nivel significante, es decir la conexión inédita que no supone la supracodificación.
            El aluvión de citas dispuestas en el texto borgeano, además, en simultaneidad, construyen la equiparación del autor del texto (Borges en el caso de un ensayo, o el narrador al que le delega la voz Borges, en un cuento) con los autores de los fragmentos citados. La entidad autoral, a fuerza de ser todos, es nadie y termina disolviéndose. Se sugiere así la idea de que la literatura se genera a sí misma.
            El texto borgeano se constituye, entonces, como un complejo entretejido de  la literatura universal que  lleva al autor de que tratamos a  sostener la concepción de que ya todos los textos han sido escritos, que su obra es mera tautología y que un autor es todos los autores; un literato, toda la literatura.
            La biografía perpetrada de Shakespeare, que publica Borges con el nombre de “Everything and nothing” [11], permite que se arriesguen sutilezas respecto del mismo tema. La noción de que el individuo es la especie, de la condición de ser nadie y la posibilidad de ser alguien (el o los personajes) que le confiere a Shakespeare el teatro, aluden a un desarrollo imaginativo de tipo panteísta , inspirado en Borges por las lecturas de Berkeley y de Hume, de Escoto Erigena, de Spinoza y de Schopenhauer, y avivado por sus convesaciones con Macedonio Fernández. También en “El inmortal”, en que se aniquila la individualidad de Homero, se dice:

Nadie es alguien ; un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy... Yo he sido Homero; en breve, seré Nadie, como Ulises ; en breve, seré todos : estaré muerto.[12]

            En la cita anterior, la enumeración heterogénea que concentra la forma de ser todo y la fuerte oposición del todo con la nada, refleja el paso brusco de la plenitud al vacío completo y la fusión de la unidad y de la pluralidad.
            Por otra parte, la identificación de Shakespeare, en “Everything and nothing”,  con sus personajes en un solo continuum de realidad y ficción se enhebra con la idea de que la realidad es un sueño y que

el alma humana , cuando sueña, desembarazada del cuerpo, es a la vez el teatro los actores  y el auditorio. Podemos agregar que es también el autor de la fábula que está viendo. [13]

Ese sueño que es la vida del hombre que es, a su vez, soñado por otro, que a su vez es soñado, que a su vez... es el tema del famoso cuento “Las ruinas circulares”, que concluye con la inesperada idea de que Dios (contra la teoría aristotélica del primer motor móvil) es también el producto de otro sueño. [14] De esta manera, quedan equiparados el hombre y todos los hombres, los hombres y Dios, todos soñadores. Así

La voz de Dios le contestó desde un torbellino : “Yo tampoco soy ; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estabas tú, que como yo eres muchos y nadie.[15]

Todas las ideas presentadas sobre la noción de hombre y autor encuentran una admirable conjunción en “De alguien a nadie”. [16]
Si, como advierte Borges en el comentario sobre la vida y la obra de Hawthorne, “la literatura es un sueño, un sueño dirigido y deliberado” [17] , vida, sueño y literatura se corresponden. Así se corrobora el principio con el que le gusta jugar a Borges estéticamente: el hombre y sus múltiples discursos no son sino formas de construcción ficcional.
La disolución de la frontera entre el yo- narrador y la persona real de Jorge Luis Borges, en muchos de sus cuentos, es otra contribución para la disposición de la realidad y la ficción en un mismo plano. En “La Biblioteca de Babel, el narrador, personaje ficcional, está construido con datos que dejan traslucir al propio Borges, quien concibe al universo en forma de Biblioteca. Aquí también se enarbola la fórmula de que lo múltiple es igual a lo uno, a través de la idea de que todos los libros son el libro :

En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás : algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios.[18]

            En términos de Borges, El Autor y El libro reclaman a El Lector, que muchas veces se convierte en otra de las naderías de la personalidad, sobre todo cuando se lo identifica con el propio autor, el gran soñador.

               El lector toma la palabra


Una literatura difiere de otra ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída.

Jorge Luis Borges, Nota sobre (hacia) Bernard Shaw [19]

            Como se ha dejado entrever, varios de los textos de Borges tematizan los rasgos de los participantes de la situación comunicativa en la enunciación literaria. La concepción borgeana de la literatura como un diálogo entre el autor y el lector, arroja nueva luz sobre una posible teoría de la interpretación de textos literarios. Leemos:

un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales ; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria. Ese diálogo es infinito; las palabras amica silentia lunae significan ahora la luna íntima, silenciosa y luciente, y en la Eneida significaron el interlunio, la oscuridad que permitió a los griegos entrar en la ciudad de Troya... La literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un solo libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra ulterior anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída: si me fuera otorgado leer cualquier página actual- esta, por ejemplo-  como la leerán en el año dos mil, yo sabría cómo será la literatura el año dos mil.[20]

Ya se ha dicho que, en Borges, un autor es todos los autores y que un texto puede superar, en su trayectoria, las intenciones propuestas por su autor. Se ha dicho también que el significado no es una propiedad del texto. Resta señalar que la literatura, según la cita anterior, se constituye como tal en tanto considera al destinatario como parte actuante en su configuración. Borges parece insinuar que la literatura es lo que es por lo que una cantidad de lectores decide o entiende que es en una etapa determinada de la historia de la cultura.
Si escribir es, para Borges, releer un texto anterior; leer es entonces rescribirlo. Poner en equivalencia el proceso de escritura y el de lectura quiere decir convertir al lector en un co- autor. El lector se haría cargo, según esta idea, de un “plus” de significado en el texto. Dice Borges:

Hamlet no es exactamente el Hamlet de Shakespeare, Hamlet es el Hamlet de Coleridge, de Goethe y de Bradley. Hamlet ha sido renacido. Lo mismo pasa con el Quijote. Igual sucede con Lugones y Martínez Estrda, el Martín Fierro no es lo mismo. Los lectores han ido enriqueciendo el libro.Si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros.[21]

            No solamente se trata, entonces, de que el lector construya el significado en su interacción con el texto literario (por definición incompleto), sino que Borges postula a un destinatario que actualiza la potencialidad significativa del texto en cada nueva lectura:

¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro: creo que cambia cada vez.(...) Cada vez que leemos el libro, el libro ha cambiado, la connotación de las palabras es otra.[22]

            La autonomía semántica del texto es lo que posibilita, dice Ricoeur, la variedad de lectores potenciales y crea el público del texto. Así se genera un número indefinido de interpretaciones. Ahora: indefinido no quiere decir infinito, ya que, como señala Umberto Eco, cada texto, porque prefigura comportamientos de lectura, tiene su lector modelo o ideal. [23]
            Se plantea en este lugar el problema de cómo el lector puede apropiarse del significado de un texto. Apropiar, señala Ricoeur, es hacer “propio” lo que es extraño porque pertenece a otro y está sometido, además, a la distancia que separa al autor del lector. A través del proceso de lectura, el sentido del texto es “rescatado” de la separación y colocado en una nueva proximidad que

suprime y preserva la distancia cultural e incluye la otredad dentro de lo propio. [24]

Interpretar, para Ricoeur, implica hallar la síntesis entre comprender (realizar una ingenua captación del sentido del texto en su totalidad en base a conjeturas o hipótesis de lectura) y explicar (un nuevo modo de comprensión pero complejo, apoyado por procedimientos explicativos que posibilitan una validación de las conjeturas pero no una verificación empírica). Agrega:

el significado de un texto no está detrás del texto, sino enfrente de él ; no es algo oculto sino algo develado. Lo que tiene que ser entendido no es la situación inicial del discurso, sino lo que apunta a un mundo posible, gracias a la referencia no aparente del texto. (....) (La comprensión) intenta captar las proposiciones del mundo abiertas por la referencia del texto. Entender un texto es seguir sus movimientos desde el significado a la referencia: de lo que dice a aquello de lo que habla. [25]

No la intención del autor, no la situación histórica común al autor y su auditorio original, no las expectativas lectoras de ese destinatario primero. De lo que el lector debe apropiarse es del sentido del texto mismo, de la revelación de una forma posible de mirar las cosas y el mundo. En este sentido, la apropiación no se relaciona con la apelación de persona a persona sino con lo que Hans - Georg Gadamer llama “la fusión de horizontes” del escritor y del lector, en virtud de estar ambos vinculados por formar  parte de un proceso histórico y de una tradición cultural que el pensador denomina “historia efectual”. La función del lenguaje consiste en lograr la fusión entre el horizonte del intérprete (que va con pre-juicios de su presente al pasado) y el del objeto interpretable ( en el pasado de la producción).  La escritura se concibe así como mediadora en la universalidad del sentido.
            Borges añade algo más a este planteo. Hay un excedente de significado en un texto literario que siempre resulta inasible, que nunca se revela y, si lo hace, no podemos abordarlo. Este misterio es, para el autor, lo que posibilita que se renueve cada vez la experiencia estética:

La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo ; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético.[26]

BIBLIOGRAFÍA
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Todorov, Tvetan, Simbolismo e interpretación, Caracas, Monte Ávila Latinoamericana, 1991.





[1] En  Palimsestos, Madrid, Taurus, 1989.
[2] Mijail Bajtin, Problemas en la poética de Dostoievski, México, FCE, 1993 , y “El problema de los géneros discursivos”, en Estética de la creación verbal, México, Siclo veintiuno, 1986.
[3] “Pierre Menard, autor del Quijote”, en Ficciones. Citamos siempre por la edición de Emecé, Buenos Aires, 1956.
[4] En El Aleph. Citamos siempre por la edición de Emecé, Buenos Aires, 1982.
[5] En Teoría de la interpretación, México, siglo veintiuno, 1998.
[6] En Borges , oral, Buenos Aires, Emecé Editores/ Editorial de Belgrano,1986.
[7] En James Irby, Encuentro con Borges, Buenos Aires, Galerna, 1968.
[8] “Quevedo”. En Otras Inquisiciones, Buenos Aires, Alianza, 1997.
[9] En Otras Inquisiones, op.cit.
[10] “ El productor ´rizomórfico´y el lector como ´detective literario´ : la aventura de los signos o la postmodernidad del discurso borgesiano ( intertextualidad- palimpsesto deconstrucción - rizoma)”. En Varios autores, Jorge Luis Borges, Variaciones Interpretativas sobre sus procedimientos literarios y bases epistemológicas, Frankfurt- Madrid, Teoría y Práctica de la Cultura y Literatura. Investigaciones de los Signos Culturales, vol.2, 1995.
[11] En El Hacedor, Buenos Aires, Emecé, 1998.
[12] En El Aleph, op.cit.
[13] Jorge Luis Borges, Prólogo a Libro de sueños, Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1976.
[14] En Ficciones, op.cit.
[15] “Everything and nothing”, op.cit.
[16] En Otras Inquisiciones, op.cit.
[17] “Nathaniel Hawthorne”. En Otras Inquisiones, op.cit.
[18] En Ficciones, op.cit.
[19] En Otras Inquisiciones, op. Cit.
[20] “Nota sobre (hacia) Bernard Shaw”, op.cit.
[21] En “El libro”, op. Cit.
[22] En “El libro”, op.cit.
[23] Umberto Eco, Lector in fabula, Barcelona, Lumen , 1981.
[24] Paul Ricoeur, op.cit.
[25] Paul Ricoeur, op.cit.
[26] “La muralla y los libros”, en Otras Inquisiciones, op.cit.